EN EL AIRE Y MÁS ALLÁ...

domingo, 18 de noviembre de 2012

UNA HISTORIA COMÚN.


¿Cómo se sabe quién es la persona correcta para ti? ¿Qué pasa si la persona que amas no te ama, no te conviene, no te merece, te ama pero no te lo dice… y tú tampoco lo haces? ¿Los amores de ahora ya no son como los de antes? ¿Qué ha pasado con las personas, las relaciones, el respeto, la condescendencia, la lealtad y demás virtudes relacionadas con el amor, tan desvalorizadas hoy en día? ¿Es el mundo, es el amor o soy yo?

Pequeños detalles marcan la diferencia entre un amigo y un candidato al amor de tu vida, puedes enamorarte en dos segundos sin darte cuenta siquiera, pero el enamoramiento es solo el principio de la aventura en busca del amor.

Derrochas simpatía, sonríes y agradeces. Luego te escondes tras ese muro de frialdad para que no se vea tu corazón roto. Te lames las heridas y uno de esos días de sonrisa fingida le vuelves a encontrar… “¿casualidad o destino?” Te preguntas mientras saludas tímidamente.

Parece que no pasa nada y de pronto… detalles. Incluso a veces sonríes de verdad y te sientes tan bien que decides entrar en el juego, aún con heridas, aún con miedo. ”¿Sí o no?” Y das el paso, quieres saber más de esa persona que te ha devuelto la risa y la esperanza de ojos secos por las noches.

Nadie es perfecto, ya deberías saberlo. Y cuando es demasiado bueno no te olvides de dudar…
Y entonces te sobreviene un ataque de ansiedad, de reencuentro con tus ideas, con tus principios, con tu pasado, con todo lo que tú crees. Es sincero y te gusta, pero no te conviene y lo sabes. Te autoengañas y te autoconvences, es una prueba, pero no se puede, no se debe.

Normalidad, tan relativa palabra… ¿Qué se supone que es normal? Lo intentas y fallas, eres débil. Las heridas no cierran todavía porque el aire está contaminado. Doble filo el amor y ambos muy bien afilados.

Luego viene el conocimiento, ya sabes que esa persona te gusta, sientes el pulso variar cuando la ves y te traiciona la voz cuando le hablas, se te sonroja la piel y pones esa sonrisa que te delata.

Él lo sabe, lo sientes, lo intentas a tu manera como lo has hecho siempre, porque eso es lo que conoces, eso es lo que eres: Dulce, inexperta. Y él te muestra ese cajón cerrado que muy pocos han visto, pero solo a ratos porque tiene más miedo que tú aunque se crea lo contrario.

Ya no mojas la almohada, ni finges la sonrisa, le has dado tregua al armario y al maquillaje que vestía de felicidad a tu tristeza. Sin embargo no abandonas del todo el recuerdo porque es más seguro aferrarse a él que a la incertidumbre.

Pasa el tiempo y están juntos pero no lo están, salen juntos pero nunca solos. Él habla lo opuesto a lo que hace y hace lo opuesto a lo que dice intentando crear en ti confusión para no sentirse débil, para no admitir lo que siente, porque aún tiene muchos planes incompatibles contigo y sabe que tú estás ahí. Él se encarga de asegurarse que estés dándote lo que cree suficiente.

Y tú estás, aún en pie y sonriente, sabiendo que mereces más y que él podría dártelo pero no quiere… ¿Por qué? No lo sabes, estás segura de que te quiere para él, pero se empeña en hacerte creer que no, mientras imagina en ti a su chica ideal e intenta pulirte a su gusto.

Entonces entiendes que jamás serás lo suficientemente buena, que es incapaz de aceptar el único defecto que te ha encontrado, o que quizás simplemente se agarra a eso para no dejarse caer en ti, para mantener su posición de poder.

Pero sea cual fuere el motivo, entiendes que él no es lo que tú quieres. Tú quieres a alguien que te ame a pesar de todo, que no te juzgue, que te valore por lo que eres y no por lo que te falta…

Te sietes feliz y aliviada, no esperas nada. Él está seguro de que  podrá tenerte cuando quiera.

Un día tu sonrisa cautiva a alguien más, y sin querer, te sorprendes a ti misma también cautivada. Sin embargo no dejas de pensar en aquel corazón indeciso al que quisiste amar, y en algunos otros que te amaron y te aman y que no quieres dañar. Pero tu concepto de amor implica la felicidad del otro aunque no sea contigo, y eso te ayuda a dar el paso hacia tu propia felicidad.

 ¿Quién sabe lo que dejaste atrás? No hay cabida para arrepentimientos, solo tienes que mirar al frente hacia el nuevo camino que has elegido y hacerlo lo mejor que sabes. Darte la oportunidad de ser feliz con alguien que sabe lo que quiere… y eso que quiere eres TÚ.

lunes, 23 de julio de 2012

UNA FLOR AL AMOR DE MI HERIDA

Ha pasado mucho tiempo y al fin llegó el momento en el que no sé exactamente cuántos años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos han pasado.
Recuerdo sin dolor, sin odio, sin esperanza, sin preguntas... Con la sonrisa de los recuerdos infantiles, puros e inocentes; sin indiferencia, pero sin importacia.

Gran parte de la semana paso por la estación del tren, no siempre miro a la mesa de aquel bar tras la escalera, pero cuando lo hago me viene algún flash, una frase, su mirada... Unos pasos más adelante recuerdo el primer adiós, y han quitado el banco donde me senté a esperarlo para el reencuentro y en el que dijo que me echaría mucho de menos haciéndome entrar en pánico. Sin querer miro la baldosa que no llegué a pisar por estar suspendida en el aire entre sus brazos, y algún día tengo que esperar el autobús apoyada en el mismo lugar que una vez me mantuvo en equilibrio mientras él me besaba.

En casa es igual, ya no busco el rastro de su perfume, sin embargo tengo algún dejà vu de vez en cuando. Mi debilidad es la terraza, ahí donde me dijo que se estaba enganchando a mis besos, y el sofá pequeño.  No he terminado de ver aquella película. Curiosamente esos son los dos lugares en los que menos tiempo estoy, pero los que más veces me acercan los recuerdos.
 Mientras disfruto cocinando mi mente está lo bastante ocupada y mi dormitorio es tan diferente ahora que es como si nunca hubiera estado ahí; nunca hubieron fotos suyas en mis paredes pero puede que un día las haya.

La ciudad, que tuve tan abandonada, ha recuperado el color, la vida, el amor... He recorrido de nuevo esas calles, añadiéndoles recuerdos nuevos y guardando en un cajón los viejos, como siempre para recordarlos entre sonrisas algún día. Incluso he vuelto a tomar el tren, no sin un flashback de puertas cerrándose mientras un beso volado escapaba entre ellas. Los sobres de azúcar ya no traen mensajes en ese bar, y en otros bares nunca traen el nuestro.

No soy dueña del tiempo, pero sí era dueña de lo que sentía por él, y mis sentimientos se los regalé al olvido.


P.D. Inédito de Mayo del 2012.


SEGUNDO PRIMER BESO

Sutil coqueteo.

Un baile testigo, abogado, juez, cómplice y jurado del deseo común.
Una mano en el hombro, la otra en el cuello y cuando estaba lo bastante cerca, media vuelta oportuna.
Dos manos en mi cintura, su pecho pegado a mi espalda y demasiado ruido como para sentir sus latidos.
Dos breves sonrisas, dos largas miradas, la gloria en sus ojos sesenta segundos.
Tres dulces minutos tocando las nubes con el frío cosquilleo de mis incertidumbres.
Tres veces me dije, pinchando mis nubes: "hay que prevenir desastres".

Sentados en la esquina tomando un descanso, sin dejar que nuestras miradas se separasen.
Traicionan los nervios, huyen los ojos y el tiempo, como siempre, en nuestra contra.
Mas vuelve a mirarme con su bella sonrisa, posando su mano en mi rostro y un beso en mi alma.
Envuelta en sus labios, un poco confusa, me entrego a la vida sin miedo a caer.
Cesa el contacto, pero no las ganas de hallar en ese hombre lo que siempre quise.
Un beso robado como había deseado tantas veces y sin materializar aún.

Segundo primer beso.


martes, 10 de julio de 2012

Anécdota


Había un hombre en el autobús esta mañana, de pie, escribiendo en una libreta con un bolígrafo azul. Me recordó a esos días en los que yo también escribía en cualquier parte, solo sacaba mi libreta y escribía porque me resultaba urgente registrarlo todo… ahora ya no lo hago, solo escribo cuando “tengo tiempo”.

Me identifiqué con ese hombre plasmando sus miedos y dudas sobre un papel cualquiera que se convierte en confidente, en mejor amigo, en el único al que te sientes capaz de decirle todo sin tapujos.

Cuando se desocupó un asiento se sentó a mi lado y sin querer leí la primera línea de su texto: “Hoy me he sentido confuso ¿Por qué?”, decidí no seguir leyendo por respeto a su intimidad, pero quise desarrollar ese texto en mi mente, continuar ese comienzo hasta darle un final, mi final. Me volví parte de esa línea, me vi envuelta en confusión.

Giró la página al agotar el espacio y el encabezado de la siguiente página era: “No sé si ir a despedirme…”. Casualmente yo también tenía que despedirme.

Aparté mi indiscreta mirada de sus letras y volví a mi mundo, a preguntarme, a investigar que pasaba por mi cabeza, llevaba un mes de completa euforia y sabía que pronto me llegaría el bajón, que tendría que tocar la realidad y la realidad era que el principio de todo se iba… mi compañero de piso, Christoph volvía a Alemania.

 Y yo sabía desde el principio que ese momento llegaría, pero hasta que no llegó no fui consciente de las despedidas anteriores, de las despedidas futuras.

El hombre parecía más tranquilo al cerrar la libreta, se levantó y se fue dejándome a mí la prisa por llegar a casa y mojar un papel con la tinta de mi tristeza.


jueves, 7 de junio de 2012

ÚLTIMO DÍA DE CLASES UNIVERSITARIAS

Esto es también una despedida. 
Me despido de una etapa de mi vida, de "madrugar", de llegar tarde a clases, de pasar horas bostezando frente a una pizarra, de días de biblioteca con los chicos, de veranito en el módulo tres, de comidas en la cafetería o al sol, de descansos entre horas con risas entre amigos, de tartas de cumpleaños "sorpresas", de hablar mientras el profesor explica... de tantas cosas que ya estoy echando de menos con solo recordar y que hoy he hecho por última vez (supuestamente, pero oficialmente y en teoría).

No estoy triste precisamente porque es una despedida oficial, mas no real... aún me queda un año de facultad más o menos y aunque las cosas cambien sigo siendo universitaria hasta que un título me diga lo contrario.

Ahora empiezan los exámenes de junio y se presenta un mes bastante movido porque además de tener mucho que estudiar, es un mes de despedidas como comenté en mi post anterior. Es tiempo de fiestas tristes aunque intentaré cubrirme con la anestesia de los exámenes para quitarle formalidad al asunto y tomármelo con filosofía... ya se sabe lo que pienso de las distancias, lástima que aún no me haya definido suficiente con las despedidas.

Hoy soy más feliz que ayer :)


lunes, 7 de mayo de 2012

DESPEDIDAS

Cuando era pequeña odiaba las despedidas.
Era la típica que echaba lagrimitas cuando alguien se iba, aunque en realidad yo lloraba por todo. Creo que lo que realmente me gustaba era llorar, porque cuando lloras la gente te mira y si eres pequeño intentan consolarte. Supongo que me gustaba llamar la atención como a much@s niñ@s.


La verdad, en aquel entonces mis despedidas no eran tan trágicas como mis ojos decían, simplemente no me gustaba dejar de ver a las personas a las que estaba acostumbrada a ver, ni aunque fuera por poco tiempo.
Perdí a mi abuelo cuando tenía cuatro años, dejé de ver a mis amigos del pre-escolar y luego a las de primero de primaria, apenas recuerdo quienes eran o sus nombres salvo algunas excepciones, de aquella época tengo más fotografías mentales que recuerdos de escenas completas, tengo la infancia extraviada en algún lugar de mi inconsciente.


Como es normal, después, en otra escuela tuve otras amigas y de ahí sí que conservo algunos recuerdos, aunque no tantos como quisiera... Viví otras tantas despedidas seguramente, acompañadas de sus lágrimas y esos sentimientos que te oprimen el pecho cuando alguien se va, pero lo veo en mi mente tan lejano como si no hubiera ocurrido.


Un día mi madre me dijo que empezara a despedirme, pero esta vez nadie se alejaba de mí sino que, al contrario, era yo la que me iba. Fue ese día cuando empecé a imaginarme la otra cara de la moneda...
¿Sufre más quien se queda o quien se va?
No sabía cuanto tiempo estaría fuera; podían ser unos meses, unos años o para siempre... Ahora sí lloraba amargamente y a escondidas, ya no quería consuelo porque nada podría consolarme y guardaba secretamente la esperanza de que fuera mentira, de que ella se arrepintiera de arrancarme de todo cuanto conocía, de lo que era mi mundo hasta ese momento.


Y entonces cuando menos esperaba, cuando aún no me sentía preparada para afrontarlo me puso una fecha... pero no una fecha cualquiera, me dio menos de una semana para despedirme de mi vida. Tragué saliva en un desesperado intento de deshacer el nudo de mi graganta para poder respirar y me senté para no perder el equilibrio. Con la mirada perdida lamentaba mi suerte, no era capaz de imaginarme en otro lugar, con otra gente, sin los míos.


Dicen que todo pasa por algo y ahora estoy completamente de acuerdo, pero la vida tiene metodos drásticos y crueles para que, cuando te estás quejando, te des cuenta de que las cosas siempre pueden ser peor... y así, ese mismo día todavía tenía que aprender esa lección, y otras tantas, como que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde; que hay personas a las que tienes cerca y no valoras hasta que tienes que despedirte; y probablemente una de las más valiosas fue el entender que hay despedidas y "despedidas".


Todavía no encajaba bien esa primera noticia cuando volvió a sonar el teléfono... Era extraña esa familiar voz hablando desde ese número: "Adrianita, Manuel ha muerto hoy."
Tenía yo entonces 14 años y había muerto mucha gente a mi alredor a lo largo de mi vida, pero no fue hasta ese día cuando entendí la magnitud de esa palabra, lo que significaba realmente. La muerte, la despedida definitiva.


Soy totalmente incapaz de describir aquel momento... Creo que nada de lo que yo pueda decir retrataría con exactitud la escena, el shock, la sensación de estar viviendo una pesadilla, el rostro de mi hermana al saberlo, el de mi madre.


La gente suele hablar bien de los muertos, automáticamente reconocen sus virtudes y olvidan sus defectos. Todos hablan de la última vez que lo vieron con vida, algunos tienen recuerdos mejores que otros y esta vez no era la excepción. Un día les hablaré de Manuel, era un buen hombre y aunque luego salen los trapos sucios, yo no soy quién para juzgar, únicamente puedo hablar de lo que sé y mis memorias respecto a él son agradables.


Mi madre decidió cambiar la fecha del viaje para darnos un respiro, y yo que por entonces ya era una mujercita de palabra, me propuse cumplir con cierta afirmación que hice durante una conversación con el fallecido.


Según el momento, me parecía ridícula cualquier despedida. Pensaba que sólo iba a mudarme de país, podría seguir hablando con ellos, iban a estar bien y yo también, solo un poco lejos... Pero después pensaba en la muerte y en que podría arrebatármelos antes de volver a verlos, que esa podría ser la última vez, y montaba el drama de nuevo. Ya sabía distinguir entre despedidas y "despedidas". 


Lo que más me dolía sin duda era mi padre. Sentía que lo estaba abandonando a su suerte, yo, que siempre estaba pendiente de él me iba... ¿quién lo haría entonces? él me necesitaba. Tenía tanto miedo y no era infundado, yo intuía lo que pasaría, mi madre también... y ella no quería que yo estuviera ahí para verlo.


Rehusé despedirme de mis amigos salvo alguno que me acompañó hasta el final, y me despedí de mi familia porque así es como se hacen las cosas. Evité el llanto público o eso es lo que quiero recordar porque esta memoria selectiva mía me hace creer lo que le da la gana.


Partí y desde entonces las despedidas se han vuelto algo más habitual, o quizás ahora soy más consciente de todas ellas, porque hasta me parece despedida ver a alguien en la calle a quien probablemente no vuelva a ver nunca más. Ya no lloro, prefiero ser la que sonríe diciendo: "No exageres, hoy en día las distancias no existen, además dentro de nada nos volveremos a ver.", prefiero disfrutar de la compañía mientras la tengo y combatir la ausencia como me sea posible, quizás conociendo más gente de la que en algún momento tendré que despedirme.


Durante mis años de universitaria han pasado tantas personas por mi vida, cada una dejéndome algo importante y valioso... no solo un recuerdo, sino una experiencia; momentos de infinita felicidad o desdicha, ideas, amor, perdón, comprensión, apatía, intenciones, egoísmo; cosas tanto buenas como malas que me han servido para convertirme en la persona que soy, para aprender a aceptar, para entender que siempre tienes que despedirte cuando ya has obtenido lo que alguién vino a darte y agotaste todo lo que tenías para darle.


Hacía tiempo no le temía a las despedidas, pero se acerca una nueva etapa cargada de ellas. No odio los cambios, pero suele costarme mucho adaptarme a ellos cuando son grandes y ahora cambiaré una rutina por otra que desconozco y a mi me gusta pisar suelo firme. Pero esto es la vida... constante movimiento.


Este año está siendo muy especial, estoy conociendo gente de diferentes partes del mundo con mucha más frecuencia de lo normal, tengo necesidad de empaparme de toda la riqueza cultural y social que ellos pueden ofrecerme y de brindarle mi atención y compañía siempre que me es posible.


Todo empezó con Christoph, sabía que sería una convivencia diferente: papeles ecritos en tres idomas por el salón, cenas y comidas entendiéndonos en inglés y español "indio"... de él tendré que despedirme dentro de un mes. Luego Hanna con quien aprendí más de una forma de comunicarme y la primera de quien me tuve que despedir. Michal, mi "hijo", la responsabilidad y la diversión de la mano.
 Kathi, Lorenzo, Dani, Sim, Johannes, Adéla, katka, kristýna, Ian, Kamila, Carina, Anna, Alex, Amélie, Carolina, Stefano y tant@s otr@s más fugaces que algunas estrellas... 


Se me acumulan las despedidas.


PD. Este es uno de esos temas densos y complicados sobre los que no me gusta escribir por sus múltiples matices y extensión, porque no hago más que divagar sin dejar las cosas en claro. Estoy segura de que habrá segunda parte y tercera y quizás algunas más...



sábado, 5 de mayo de 2012

Crisis de los 24...


Generalmente primero escribo y luego pienso en el título, porque cuando me apetece escribir simplemente empiezo y poco a poco va tomando forma y tema de modo que al final lo analizo y decido cómo se llamará el texto. Hoy lo primero que he hecho es ponerle título...

Quizás porque llevo un tiempo preguntándome a qué se deben esos cambios de humor, esa tranquilidad o ese estrés que me domina por momentos, o esa hipersensibilidad que antes sabía controlar tan bien y que ahora me desborda más de lo que quisiera.

Hay tantas cosas que aún me superan, cosas que entiendo pero no comparto, cosas que olvido porque quiero, cosas que me siguen doliendo y sorprendiendo como si fuera la primera vez, y no, no es la primera vez ni será la última. Las personas somos egoístas por naturaleza y yo tengo la mala costumbre de combatir con mi egoísmo todo el tiempo y olvidar el daño "porque la gente no sabe lo que hace" pero la realidad es que lo sabe y no lo quiere ver, porque sólo les gusta ver su ombligo.

Me afligía una gran amiga hace unos días totalmente indignada por reconocer falsas amistades, cuando en realidad eso es algo que debría alegrarle... Ella es quizás la persona que más se parece a mí en este aspecto y no la culpo por sentir tristeza al descubrir ese egoísmo en los demás, yo también lo he sentido; pero lo cierto es que no sólo está en esas personas a las que les das la oportunidad de convertirse en tus amigos, sino que está incluso en tus amigos ya consolidados, en tu propia familia, en tu pareja, en ti mismo. Y el hecho de que alguien te muestre su egoísmo te impulsa a sacar el tuyo y se forma así el cuento de nunca acabar... "Porque tú, porque tú, porque tú... y yo soy un mártir".

Es muy dificil asumirlo, pero si te has puesto a pensar y te has identificado en ese rol de víctima cuando sabes que algo de culpa has tenido, pero acto seguido has empezado a justificarte... ¡vuelve a pensar!

Empecé a notar mi "crisis" porque me encontraba realmente apática e intolerante sobre todo con los "desplantes" (por llamarlo de alguna manera) de mis amig@s. Yo, que siempre entiendo, acepto y justifico sus motivos, de pronto empecé a preguntarme porqué... porqué no me enfado, y si me enfado porqué no lo digo si ellos lo hacen, porqué no antepongo lo que yo quiero cuando me solicitan algo, porqué. Y la respuesta siempre es la misma: porque los amigos son incondicionales, los amigos perdonan todo, los amigos te escuchan cuando te hace falta, siempre están ahí cuando los necesitas, al menos ese es mi concepto de amistad...

Y de pronto me encontré con que sí, soy considerada "LA AMIGA", pero yo tengo que ir reuniendo las cualidades de mi concepto de amistad con varias personas: una que me escuche, otra con la que pueda contar en cualquier momento, una que me aguante... en fin. De pronto el egoísmo empezaba a tocarme hasta que perdía la paciencia y explotaba.

Tuve dos accesos de ira. Con uno conseguí lo que quería y con el otro también... lo que quería en ese momento en el que me encontraba cegada por la rabia y, a largo plazo, por un lado tuve efectos positivos; ya que al comunicarme con mi amiga aunque fuera de una forma caprichosa y egoísta ella me dio la razón, sin embargo no pasó igual con la otra que o bien, tras complacerme (quizás por compromiso) ante mi arrebato, volvió a su linea o bien decidió alejarse ante mi fallido comportamiento.

Estas escenas me dejaron dos lecciones que he intentado aplicar cada vez que me hiere el egoísmo de alguien. Puedo conseguir lo que quiero al quejarme, y quejarme no significa exponer de forma caprichosa lo que quiero y echar en cara lo que doy o hago, sino dar mis motivos cuando creo que tengo razón. Mi interlocutor puede estar de acuerdo o no, lo demás depende del cariño, la consideración y/o las circunstancias.

El golpe de gracia me lo dió quien menos esperaba y como suele pasar, fue justo una de las personas que más quiero. Ni siquiera tengo palabras para explicar la sensación, pero el hecho de que no querer ver a alguien en días hasta que se te pase el dolor para no tener tentaciones de devolverle el golpe probablemente les dé una idea de lo mal que me sentía y de lo mucho que quiero a esa persona. Lo perdoné en el mismo instante de la ofensa pero tardé cuatro días en poder volver a verle a la cara sin que me cayera un lágrima de tristeza.

No me gusta ser egoísta, además mi enfado es muy volátil y al rato ya se me ha olvidado porqué estaba fúrica, no guardo rencores aunque a veces necesito distancia. Pero me hago mayor y me resulta cada vez más difícil evitar el egoísmo, porque las personas adoran que yo las conozca tan bien y que se sepa lo que están pensando en cada momento, lo que quieren, lo que les gusta, pero no se detienen a conocerme y a pensar en mi... Porque para ellos sólo soy esa chica dulce y buena que siempre está ahí. Y en mi bipolaridad adoro ser incondicional y me jode (no estoy orgullosa por lo segundo). 

Suelo decir en broma que mi "crisis" anual se debe a las arrugas, a las próximas canas, a los achaques de la edad y en realidad lo único que me preocupa de verdad es mi relación con las personas conforme pasan los años.
Este año además es el último en que comparto clases con mis compañeros de universidad y dejaré de hacerlo justo el mes de mi cumpleaños. No me gustan los cambios, aunque tampoco me resisto a ellos porque el cambio más importante que ocurrió en mi vida me trajo hasta aquí y me hizo la persona que soy, siempre se pueden sacar cosas positivas de un cambio.

Quizás también por eso me he planteado estos dilemas amistosos y aunque suene a queja todo lo que he dicho, sustantivamente esto no es más que un recuento de malos ratos que han afianzado mis relaciones interpersonales en este último año y que me serán de gran utilidad en un futuro.

En menos de dos meses cumpliré 24 años en los que he tenido la suerte de estar rodeada de personas maravillosas, muchas ya no están, otras están lejos y las demás están conmigo; a algunas las conozco desde que era niña y a otras hace unos meses o unos días, incluso horas; a algunas las conocí en la escuela, a otras en una parada de autobús, o por internet, en un concierto, o eran amig@s de mis amig@s, o simplemente estaban ahí en el momento justo.  

A su manera cada quien, y de cualquier forma contribuyen a mi felicidad, a mi crecimiento espiritual y personal ocupando un lugar muy importante en mi vida ya que no hay nada que enriquezca más a una persona que otra persona.


//Quiero mencionar aquí a algunas de mis amigas, las razones por las cuales son ellas las elegidas me dan para escribir otro post, así que solo pondré sus nombres y ya les contaré el porqué otro día :)

Carolina
Vanessa
Ana
Carla
Nana
Adrianita
Hind
María José
Isabel
Betty
Lucy
Caro

Chicas, están tan lejos como yo las siento de cerca, y las siento aquí conmigo. 
¡¡¡Díganmeeeeeee!!! ¿Quién está con ustedes si ni siquiera están ustedes? =)

jueves, 19 de abril de 2012

Dos. Es mi número favorito.


¿Por qué quiero contar siempre la misma historia de besos cálidos, pudiendo contar otras? ¿Por qué quiero ocultar que la recuerdo hablando de otras ya olvidadas?
Si al pensar en las últimas no siento nada y al sentir aquélla no puedo pensar…

¿Qué es lo que me hace falta pues, para olvidar, si el proceso de siempre no hace más que avivar?

Y cuando al fin lo creo logrado mis días parecen sagrados y vuelve entonces el cerebro a hurgar el pasado y a tirar por la borda lo único que no me sobra: lo que yo denomino “tu legado”.     Lo que deja el fracaso una vez superado.

Empieza de cero mi tormento, me visitan las mismas dudas que satisfice de una forma diferente cada vez y me abandona la imaginación para satisfacerlas en este momento.

No es que esté llorando por los rincones como las dos primeras horas.
No es que consuma un helado tras otro como los dos primeros días.
No es que me niegue a creerlo como las dos primeras semanas.
No es que me pregunte “por qué” como los dos primeros meses.

Es que he pasado dos años buscando soluciones, autoimponiéndome convicciones para no retroceder.

Dos años con su olor esclavizado en mi almohada, en mi alma; pegando los trozos de un corazón roto aún sabiendo que un trozo me falta: Él.

Ya no me duelen las fotos, ni recordar los momentos a su lado, ni me estremecen sus señales de vida; quiero saber de él, más por costumbre que por necesidad.

Ya no aparece en mis sueños, ni espero impaciente a que vuelva, creo que voy retomando mi característica frialdad.

¿Qué es lo que quiero pues, si no me afecta ya su ausencia y no hago más que evocar su presencia?

No era entonces el fin del mundo y ahora tampoco lo es, tan sólo era el fin de una historia que marcó un “antes” y un “después”.

Y así está mi vida: dividida. Como el día y la noche por el ocaso, como el cielo y el mar por el horizonte.

Ha vuelto la primavera y con ella mi insomnio, abril…
Y esta noche, como muchas, al cerrar los ojos e intentar dormir, mi almohada desprende su aroma y mis sábanas gritan “él estuvo aquí”.


MARZO

Corrían estos días hace dos años con la tristeza a flor de piel, la sonrisa marchita, las ganas de asumir la derrota ante mi cobardía indiscriminada.

Y sin pensarlo, sin quererlo, volví a caer en la trampa del amor o más bien caí por primera vez, ya que después de aquí sé que lo de antes no fue.

Capacitado para arrancarme del mundo, para perderme en la fantasía, se hizo un hueco en mis pensamientos y aprovechando mis despistes llegó a mi frágil corazón.

Su sonrisa de niño, con la mirada de mis ojos a mis pies  y de mis pies a mis ojos que hacía temblar el suelo que yo pisaba y desaparecer todo cuanto había a mi alrededor.

Su voz inagotable, curiosa, informativa, sus brazos manteniéndome en el aire, sus manos, su perfume, ese olor que me persigue donde quiera que voy.

El primer beso en el portal, el mío y el nuestro, como en las películas. El primer beso jamás se olvida, pero el último me abandonó como si nunca hubiera sido.

Cogernos de la mano, ir al cine, a cenar, lo típico que era único si estaba con él. Y las despedidas… ¡cómo odiaba las despedidas!

Esta historia ya fue contada, me enamoré y ni siquiera sé de quién pero yo creo que era bueno, alguien capaz de hacerme sentir tan bien tiene que serlo.

Hace poco apareció oportunamente a cortarme el llanto, no era él el motivo, hacía mucho que no lo era. Conserva sus destrezas intactas.

Dicen que hay gente que llega a tu vida por una razón y después se va. Tal vez  su razón es secarme los ojos, bien evitando mis lágrimas o bien provocándolas todas hasta agotar stock.

PD. Se me va la pinza y entonces surgen estos finales...

LA DISTANCIA: ¿FRONTERA REAL O IMAGINARIA?


La distancia: esa enemiga tan amistosa o esa amiga tan enemistosa que igual nos arrebata lo que más queremos o nos mantiene lejos de aquello que nos daña.
Tan necesaria como el tiempo para cerrar heridas, tan pacífica para el que ya no ama y tan dolorosa para el que sigue queriendo.

Conocedora de nuestras debilidades, capaz de fertilizar nuestras ideas envolviéndonos en una burbuja de aislamiento acompañado, sometiéndonos a la gran prueba de conseguir algo importante lejos de todo lo conocido y a la vez rodeados de todo lo nuevo. Nos plantea objetivos, metas, y cuando llegamos a ellas, busca aliados para enviarnos a otro lugar o para hacer que los demás se vayan.

La distancia es el espacio que hay que recorrer para llegar de un punto a otro y muchas veces tardamos más en franquear los centímetros que separan nuestra boca de otra que ansiamos, que en recorrer kilómetros y kilómetros para hacer cualquier trivialidad…

Tenemos tantas cosas delante de nuestros ojos que nos son imposibles de alcanzar y sin embargo Correos nos deja en la puerta un paquete que quizás le ha dado la vuelta al mundo.  Volvemos a ver a quien menos esperamos y perdemos de vista para siempre a quien más anhelamos.

Nos ayuda a pasar página, a pensar con cabeza fría, a ver las cosas desde otra perspectiva, a tocar la realidad. No puedes saber al 100% qué sientes por alguien hasta que te alejas de esa persona; cuando no está contigo tienes la certeza de si te importa aunque sea un poquito o te es totalmente indiferente.

“Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Creo que no hace falta perder para saber; si pones “tierra de por medio” y te permites echar de menos, ya obtienes buenas pistas de lo que pasa por tu cabeza.

Algunas veces se toma como pretexto para eludir responsabilidades, para quedar bien ofreciendo imposibles, para ocultar verdades que duelen (“ojos que no ven, corazón que no siente”), para mentir indiscriminadamente y para un sin número de propósitos, cual más altamente justificado a conveniencia del  interesado.

La distancia es una caprichosa que nos pone a prueba en todo momento, expectante de nuestras reacciones, promotora del olvido y del recuerdo, contradictoria y contundente.

Da igual que nos separen unos centímetros o varios cientos de kilómetros…

La distancia NO es una excusa:

Es una frontera real entre nosotros que separa nuestros cuerpos, pero que jamás podrá separar nuestras almas…

Pero también es una frontera imaginaria que separa nuestras almas aunque nuestros cuerpos estén uno al lado del otro.

lunes, 5 de marzo de 2012

NO ME DIGAS QUE HOY TAMPOCO TE QUEDAS

Será quizás el anuncio de la pronta primavera esos pájaros cantando en mi ventana, con la brisa ya más cálida que fresca de un día cualquiera de marzo.
Será quizás el invierno agonizante que enfría mis pies por las noches evocando tu cuerpo.
Será quizás tan solo mi ego reclamando lo que cree suyo.

Serán las flores que vestidas de colores, coquetas, me enamoran.
Serán las grises nubes que confunden mis sentidos acercándome tu olor, tu piel, tu voz y tus besos en un espejismo bordado con gotas de lluvia.
Serán mis ganas de encontrarte tras la puerta cada vez que voy a abrirla.

Serás tú, tan alegre y risueño, con tus ganas de comerte el mundo.
Serás tú, que siempre sabes qué decir aunque no digas nada.
Serás tú, regalando esperanza en el color de tu mirada.

Seré yo, melancólica y soñadora, con mis ganas de cambiar el mundo.
Seré yo, amante del silencio y la soledad.
Seré yo, incompleta sin ti.

No sé lo que sea, pero por favor, no me digas que hoy tampoco te quedas.