EN EL AIRE Y MÁS ALLÁ...

lunes, 23 de julio de 2012

UNA FLOR AL AMOR DE MI HERIDA

Ha pasado mucho tiempo y al fin llegó el momento en el que no sé exactamente cuántos años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos han pasado.
Recuerdo sin dolor, sin odio, sin esperanza, sin preguntas... Con la sonrisa de los recuerdos infantiles, puros e inocentes; sin indiferencia, pero sin importacia.

Gran parte de la semana paso por la estación del tren, no siempre miro a la mesa de aquel bar tras la escalera, pero cuando lo hago me viene algún flash, una frase, su mirada... Unos pasos más adelante recuerdo el primer adiós, y han quitado el banco donde me senté a esperarlo para el reencuentro y en el que dijo que me echaría mucho de menos haciéndome entrar en pánico. Sin querer miro la baldosa que no llegué a pisar por estar suspendida en el aire entre sus brazos, y algún día tengo que esperar el autobús apoyada en el mismo lugar que una vez me mantuvo en equilibrio mientras él me besaba.

En casa es igual, ya no busco el rastro de su perfume, sin embargo tengo algún dejà vu de vez en cuando. Mi debilidad es la terraza, ahí donde me dijo que se estaba enganchando a mis besos, y el sofá pequeño.  No he terminado de ver aquella película. Curiosamente esos son los dos lugares en los que menos tiempo estoy, pero los que más veces me acercan los recuerdos.
 Mientras disfruto cocinando mi mente está lo bastante ocupada y mi dormitorio es tan diferente ahora que es como si nunca hubiera estado ahí; nunca hubieron fotos suyas en mis paredes pero puede que un día las haya.

La ciudad, que tuve tan abandonada, ha recuperado el color, la vida, el amor... He recorrido de nuevo esas calles, añadiéndoles recuerdos nuevos y guardando en un cajón los viejos, como siempre para recordarlos entre sonrisas algún día. Incluso he vuelto a tomar el tren, no sin un flashback de puertas cerrándose mientras un beso volado escapaba entre ellas. Los sobres de azúcar ya no traen mensajes en ese bar, y en otros bares nunca traen el nuestro.

No soy dueña del tiempo, pero sí era dueña de lo que sentía por él, y mis sentimientos se los regalé al olvido.


P.D. Inédito de Mayo del 2012.


SEGUNDO PRIMER BESO

Sutil coqueteo.

Un baile testigo, abogado, juez, cómplice y jurado del deseo común.
Una mano en el hombro, la otra en el cuello y cuando estaba lo bastante cerca, media vuelta oportuna.
Dos manos en mi cintura, su pecho pegado a mi espalda y demasiado ruido como para sentir sus latidos.
Dos breves sonrisas, dos largas miradas, la gloria en sus ojos sesenta segundos.
Tres dulces minutos tocando las nubes con el frío cosquilleo de mis incertidumbres.
Tres veces me dije, pinchando mis nubes: "hay que prevenir desastres".

Sentados en la esquina tomando un descanso, sin dejar que nuestras miradas se separasen.
Traicionan los nervios, huyen los ojos y el tiempo, como siempre, en nuestra contra.
Mas vuelve a mirarme con su bella sonrisa, posando su mano en mi rostro y un beso en mi alma.
Envuelta en sus labios, un poco confusa, me entrego a la vida sin miedo a caer.
Cesa el contacto, pero no las ganas de hallar en ese hombre lo que siempre quise.
Un beso robado como había deseado tantas veces y sin materializar aún.

Segundo primer beso.


martes, 10 de julio de 2012

Anécdota


Había un hombre en el autobús esta mañana, de pie, escribiendo en una libreta con un bolígrafo azul. Me recordó a esos días en los que yo también escribía en cualquier parte, solo sacaba mi libreta y escribía porque me resultaba urgente registrarlo todo… ahora ya no lo hago, solo escribo cuando “tengo tiempo”.

Me identifiqué con ese hombre plasmando sus miedos y dudas sobre un papel cualquiera que se convierte en confidente, en mejor amigo, en el único al que te sientes capaz de decirle todo sin tapujos.

Cuando se desocupó un asiento se sentó a mi lado y sin querer leí la primera línea de su texto: “Hoy me he sentido confuso ¿Por qué?”, decidí no seguir leyendo por respeto a su intimidad, pero quise desarrollar ese texto en mi mente, continuar ese comienzo hasta darle un final, mi final. Me volví parte de esa línea, me vi envuelta en confusión.

Giró la página al agotar el espacio y el encabezado de la siguiente página era: “No sé si ir a despedirme…”. Casualmente yo también tenía que despedirme.

Aparté mi indiscreta mirada de sus letras y volví a mi mundo, a preguntarme, a investigar que pasaba por mi cabeza, llevaba un mes de completa euforia y sabía que pronto me llegaría el bajón, que tendría que tocar la realidad y la realidad era que el principio de todo se iba… mi compañero de piso, Christoph volvía a Alemania.

 Y yo sabía desde el principio que ese momento llegaría, pero hasta que no llegó no fui consciente de las despedidas anteriores, de las despedidas futuras.

El hombre parecía más tranquilo al cerrar la libreta, se levantó y se fue dejándome a mí la prisa por llegar a casa y mojar un papel con la tinta de mi tristeza.