Quien te quiere, te lo demuestra.
La noche del sábado entre amigos surgió ésta frase que me daría tanto que pensar...
Primero estuve de acuerdo, luego dudé. ¿Qué entiendo por "demostrar"?
Creo en los hechos más que en las palabras, hasta ahí todo claro. Ahora, si invierto los papeles, es decir, si soy yo quien tiene que demostrar lo que siente, la cosa cambia.
¿El amor es demostrable? Sí.
Pero no podemos generalizar demostraciones...
¿Cuales son esos hechos que nos hacen sentir amados? Este punto depende de cada persona en particular.
Para algunos es quizás escuchar un "te quiero", para otros puede ser que le preparen una cena con velas y champagne, o una canción dedicada, o rosas, o un mensaje de texto por la mañana y/o antes de dormir, ver un atardecer o caminar de la mano de su amor. Otros prefieren una mirada, una sonrisa, un abrazo, un beso... Pequeños detalles que muestren interés y amor. O a todos nos gusta todo y lo queremos todo, pero dosificado por aquello de que no se apague la llama...
Podría decir entonces, que las demostraciones dependen de las necesidades y gustos de cada quien... Pero tampoco es tan sencillo, puesto que el gesto viene de la persona que ama y cada uno ama a su manera... A fin de cuentas ¿qué es el amor? Es un sentimiento, algo abstracto, y el único ser consciente de su magnitud es precisamente quien lo siente... y nadie más. Ni las palabras ni los hechos definen la intensidad de tal sentimiento.
...El hombre que siente mucho, habla poco.
Hace tiempo que leí esa frase platónica: "La mayor declaración de amor es la que no se hace..."
He aquí una aparente contradicción a lo que expuse arriba.
Pues bien, mi experiencia personal me ha hecho estar de éste lado del río...
En más de una ocasión se me ha tachado de "fría", "calculadora" y "sosa" por mantener una postura claramente indiferente ante cualquier tipo de sentimiento amoroso en materia de pareja. Sin embargo eso no es más que una ilusión... No soy de piedra, me parezco más a un cristal; visiblemente duro, pero sumamente frágil.
Esa rigidez es, por una parte, un método de autoprotección (a nadie le gusta ser herido) y por otra parte es una mezcla de falta de costumbre y cierta carencia de un modelo amoroso en el hogar. De esta carencia derivan además otros tantos factores que bloquean, no mi capacidad de amar sino mis intentos de demostrar ese amor que puedo llegar a sentir.
Hasta ahora creía que la razón que me impedía revelar mis sentimientos era la debilidad de los mismos. Pero no.
¿Cómo puedo pedir hechos y menospreciar las palabras si sé que expresarme me cuesta tanto, que en el momento en que lo haga tendrá un valor incalculable?
Si creo que mis palabras serían una gran prueba de amor ¿porqué no confiar entonces en las palabras de alguien más?
La clave está en la comunicación, otro muro que debo derribar con la ayuda de alguien que quiera darme un cóctel de hechos y palabras que me embriague de amor.
Un conocimiento profundo que incite el intercambio de miradas limpias incapaces de juzgar, de sonrisas tranquilizadoras que descansen en besos... Oídos atentos, manos prestas a acariciar, intuición, imaginación y hasta un séptimo sentido adivinatorio que armonice esta miscelánea...
Sé que herí con el hielo de mi indiferencia a algunos que ni siquiera pudieron rasguñar mi brillante armadura, e incluso a alguien que consiguió derretir el hielo y convertirlo en agua templada...
Tanto respeto ganado y al final sólo quiero dejarme querer.
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