Que día tan frío el día de hoy...
Gris, lluvioso y corre un gélido aire que enfría hasta los
recuerdos.
Es increíble cómo la ciudad puede hacerte variar de ánimo,
traerte tantos sentimientos en cada paso que das, algunos buenos con sus
sonrisas y otros no tan buenos que también buscan refugio en las líneas de tu
rostro.
Odio salir cuando llueve, pero hoy no me ha molestado
especialmente quizás porque necesitaba el aire de fuera. ¡Qué fácil me resulta
encerrarme en cuatro paredes y qué gratificante volver a sentir la luz del día!
Aunque sea opaca como la de hoy.
He dado un buen paseo, por llamarlo de alguna forma. En
parte por cumplir con obligaciones y necesidades que son lo que últimamente me
conecta con el mundo exterior, en parte porque sé que no quiero estar en casa
todo el tiempo.
Me gusta el movimiento del autobús, ese indiferente
transporte en el que he recorrido el mismo camino una y otra vez con diversos
motivos. Y mientras observo por la ventanilla transparente, vienen a mí los
fotogramas de escenas pasadas en ciertos lugares del recorrido, a veces un poco
más lejos y a veces, más cerca, en los asientos de al lado del mío.
Cuando llego a mi parada y empiezo la marcha puedo verme
sentada entre risas con mis amigos en un bar, divertida y despreocupada, o
quizás veo tensión e incertidumbre en mi rostro porque unos pasos delante está
el chico que me gusta y trato de aparentar desinterés. Aparto con una sonrisa
tonta el recuerdo y sigo mi camino colmado de cientos de escenas diferentes.
Me veo sentada en una escalera esperando a mi jefe; me veo
caminando hacia la biblioteca de económicas mirando de reojo a mi acompañante;
me veo sentada en la Plaza de la Merced alguna noche de primavera, indecisa, y
otra noche de verano, totalmente resuelta; me veo caminando con prisas una y
otra vez en muchas direcciones; me veo en la calle Larios apretando los dientes
para olvidar el dolor de pies tras varias horas de tacones; me veo en calles
llenas de gente y luego me veo esas mismas calles vacías; me veo en las paradas
de autobuses a todas horas mostrando toda una gama de emociones...
Tantos años en ésta ciudad y al menos la mitad de mis
recuerdos recorriéndola son del año pasado; o quizás son esos los más intensos,
los más felices, los menos solitarios, los que me sacaron de mi burbuja.
Realmente no anidan tantas cosas malas en mis líneas de
expresión, pues sonrío incluso a las menos afortunadas.
Éstas calles atesoran fracciones de mi vida y yo por siempre
atesoraré éstas calles.
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