¿Por qué quiero contar siempre la misma historia de besos cálidos, pudiendo contar otras? ¿Por qué quiero ocultar que la recuerdo hablando de otras ya olvidadas?
Si al pensar en las últimas no siento nada y al sentir aquélla no puedo pensar…
¿Qué es lo que me hace falta pues, para olvidar, si el proceso de siempre no hace más que avivar?
Y cuando al fin lo creo logrado mis días parecen sagrados y vuelve entonces el cerebro a hurgar el pasado y a tirar por la borda lo único que no me sobra: lo que yo denomino “tu legado”. Lo que deja el fracaso una vez superado.
Empieza de cero mi tormento, me visitan las mismas dudas que satisfice de una forma diferente cada vez y me abandona la imaginación para satisfacerlas en este momento.
No es que esté llorando por los rincones como las dos primeras horas.
No es que consuma un helado tras otro como los dos primeros días.
No es que me niegue a creerlo como las dos primeras semanas.
No es que me pregunte “por qué” como los dos primeros meses.
No es que consuma un helado tras otro como los dos primeros días.
No es que me niegue a creerlo como las dos primeras semanas.
No es que me pregunte “por qué” como los dos primeros meses.
Es que he pasado dos años buscando soluciones, autoimponiéndome convicciones para no retroceder.
Dos años con su olor esclavizado en mi almohada, en mi alma; pegando los trozos de un corazón roto aún sabiendo que un trozo me falta: Él.
Ya no me duelen las fotos, ni recordar los momentos a su lado, ni me estremecen sus señales de vida; quiero saber de él, más por costumbre que por necesidad.
Ya no aparece en mis sueños, ni espero impaciente a que vuelva, creo que voy retomando mi característica frialdad.
¿Qué es lo que quiero pues, si no me afecta ya su ausencia y no hago más que evocar su presencia?
No era entonces el fin del mundo y ahora tampoco lo es, tan sólo era el fin de una historia que marcó un “antes” y un “después”.
Y así está mi vida: dividida. Como el día y la noche por el ocaso, como el cielo y el mar por el horizonte.
Ha vuelto la primavera y con ella mi insomnio, abril…
Y esta noche, como muchas, al cerrar los ojos e intentar dormir, mi almohada desprende su aroma y mis sábanas gritan “él estuvo aquí”.
Y esta noche, como muchas, al cerrar los ojos e intentar dormir, mi almohada desprende su aroma y mis sábanas gritan “él estuvo aquí”.