EN EL AIRE Y MÁS ALLÁ...

jueves, 19 de abril de 2012

Dos. Es mi número favorito.


¿Por qué quiero contar siempre la misma historia de besos cálidos, pudiendo contar otras? ¿Por qué quiero ocultar que la recuerdo hablando de otras ya olvidadas?
Si al pensar en las últimas no siento nada y al sentir aquélla no puedo pensar…

¿Qué es lo que me hace falta pues, para olvidar, si el proceso de siempre no hace más que avivar?

Y cuando al fin lo creo logrado mis días parecen sagrados y vuelve entonces el cerebro a hurgar el pasado y a tirar por la borda lo único que no me sobra: lo que yo denomino “tu legado”.     Lo que deja el fracaso una vez superado.

Empieza de cero mi tormento, me visitan las mismas dudas que satisfice de una forma diferente cada vez y me abandona la imaginación para satisfacerlas en este momento.

No es que esté llorando por los rincones como las dos primeras horas.
No es que consuma un helado tras otro como los dos primeros días.
No es que me niegue a creerlo como las dos primeras semanas.
No es que me pregunte “por qué” como los dos primeros meses.

Es que he pasado dos años buscando soluciones, autoimponiéndome convicciones para no retroceder.

Dos años con su olor esclavizado en mi almohada, en mi alma; pegando los trozos de un corazón roto aún sabiendo que un trozo me falta: Él.

Ya no me duelen las fotos, ni recordar los momentos a su lado, ni me estremecen sus señales de vida; quiero saber de él, más por costumbre que por necesidad.

Ya no aparece en mis sueños, ni espero impaciente a que vuelva, creo que voy retomando mi característica frialdad.

¿Qué es lo que quiero pues, si no me afecta ya su ausencia y no hago más que evocar su presencia?

No era entonces el fin del mundo y ahora tampoco lo es, tan sólo era el fin de una historia que marcó un “antes” y un “después”.

Y así está mi vida: dividida. Como el día y la noche por el ocaso, como el cielo y el mar por el horizonte.

Ha vuelto la primavera y con ella mi insomnio, abril…
Y esta noche, como muchas, al cerrar los ojos e intentar dormir, mi almohada desprende su aroma y mis sábanas gritan “él estuvo aquí”.


MARZO

Corrían estos días hace dos años con la tristeza a flor de piel, la sonrisa marchita, las ganas de asumir la derrota ante mi cobardía indiscriminada.

Y sin pensarlo, sin quererlo, volví a caer en la trampa del amor o más bien caí por primera vez, ya que después de aquí sé que lo de antes no fue.

Capacitado para arrancarme del mundo, para perderme en la fantasía, se hizo un hueco en mis pensamientos y aprovechando mis despistes llegó a mi frágil corazón.

Su sonrisa de niño, con la mirada de mis ojos a mis pies  y de mis pies a mis ojos que hacía temblar el suelo que yo pisaba y desaparecer todo cuanto había a mi alrededor.

Su voz inagotable, curiosa, informativa, sus brazos manteniéndome en el aire, sus manos, su perfume, ese olor que me persigue donde quiera que voy.

El primer beso en el portal, el mío y el nuestro, como en las películas. El primer beso jamás se olvida, pero el último me abandonó como si nunca hubiera sido.

Cogernos de la mano, ir al cine, a cenar, lo típico que era único si estaba con él. Y las despedidas… ¡cómo odiaba las despedidas!

Esta historia ya fue contada, me enamoré y ni siquiera sé de quién pero yo creo que era bueno, alguien capaz de hacerme sentir tan bien tiene que serlo.

Hace poco apareció oportunamente a cortarme el llanto, no era él el motivo, hacía mucho que no lo era. Conserva sus destrezas intactas.

Dicen que hay gente que llega a tu vida por una razón y después se va. Tal vez  su razón es secarme los ojos, bien evitando mis lágrimas o bien provocándolas todas hasta agotar stock.

PD. Se me va la pinza y entonces surgen estos finales...

LA DISTANCIA: ¿FRONTERA REAL O IMAGINARIA?


La distancia: esa enemiga tan amistosa o esa amiga tan enemistosa que igual nos arrebata lo que más queremos o nos mantiene lejos de aquello que nos daña.
Tan necesaria como el tiempo para cerrar heridas, tan pacífica para el que ya no ama y tan dolorosa para el que sigue queriendo.

Conocedora de nuestras debilidades, capaz de fertilizar nuestras ideas envolviéndonos en una burbuja de aislamiento acompañado, sometiéndonos a la gran prueba de conseguir algo importante lejos de todo lo conocido y a la vez rodeados de todo lo nuevo. Nos plantea objetivos, metas, y cuando llegamos a ellas, busca aliados para enviarnos a otro lugar o para hacer que los demás se vayan.

La distancia es el espacio que hay que recorrer para llegar de un punto a otro y muchas veces tardamos más en franquear los centímetros que separan nuestra boca de otra que ansiamos, que en recorrer kilómetros y kilómetros para hacer cualquier trivialidad…

Tenemos tantas cosas delante de nuestros ojos que nos son imposibles de alcanzar y sin embargo Correos nos deja en la puerta un paquete que quizás le ha dado la vuelta al mundo.  Volvemos a ver a quien menos esperamos y perdemos de vista para siempre a quien más anhelamos.

Nos ayuda a pasar página, a pensar con cabeza fría, a ver las cosas desde otra perspectiva, a tocar la realidad. No puedes saber al 100% qué sientes por alguien hasta que te alejas de esa persona; cuando no está contigo tienes la certeza de si te importa aunque sea un poquito o te es totalmente indiferente.

“Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Creo que no hace falta perder para saber; si pones “tierra de por medio” y te permites echar de menos, ya obtienes buenas pistas de lo que pasa por tu cabeza.

Algunas veces se toma como pretexto para eludir responsabilidades, para quedar bien ofreciendo imposibles, para ocultar verdades que duelen (“ojos que no ven, corazón que no siente”), para mentir indiscriminadamente y para un sin número de propósitos, cual más altamente justificado a conveniencia del  interesado.

La distancia es una caprichosa que nos pone a prueba en todo momento, expectante de nuestras reacciones, promotora del olvido y del recuerdo, contradictoria y contundente.

Da igual que nos separen unos centímetros o varios cientos de kilómetros…

La distancia NO es una excusa:

Es una frontera real entre nosotros que separa nuestros cuerpos, pero que jamás podrá separar nuestras almas…

Pero también es una frontera imaginaria que separa nuestras almas aunque nuestros cuerpos estén uno al lado del otro.