EN EL AIRE Y MÁS ALLÁ...

lunes, 7 de mayo de 2012

DESPEDIDAS

Cuando era pequeña odiaba las despedidas.
Era la típica que echaba lagrimitas cuando alguien se iba, aunque en realidad yo lloraba por todo. Creo que lo que realmente me gustaba era llorar, porque cuando lloras la gente te mira y si eres pequeño intentan consolarte. Supongo que me gustaba llamar la atención como a much@s niñ@s.


La verdad, en aquel entonces mis despedidas no eran tan trágicas como mis ojos decían, simplemente no me gustaba dejar de ver a las personas a las que estaba acostumbrada a ver, ni aunque fuera por poco tiempo.
Perdí a mi abuelo cuando tenía cuatro años, dejé de ver a mis amigos del pre-escolar y luego a las de primero de primaria, apenas recuerdo quienes eran o sus nombres salvo algunas excepciones, de aquella época tengo más fotografías mentales que recuerdos de escenas completas, tengo la infancia extraviada en algún lugar de mi inconsciente.


Como es normal, después, en otra escuela tuve otras amigas y de ahí sí que conservo algunos recuerdos, aunque no tantos como quisiera... Viví otras tantas despedidas seguramente, acompañadas de sus lágrimas y esos sentimientos que te oprimen el pecho cuando alguien se va, pero lo veo en mi mente tan lejano como si no hubiera ocurrido.


Un día mi madre me dijo que empezara a despedirme, pero esta vez nadie se alejaba de mí sino que, al contrario, era yo la que me iba. Fue ese día cuando empecé a imaginarme la otra cara de la moneda...
¿Sufre más quien se queda o quien se va?
No sabía cuanto tiempo estaría fuera; podían ser unos meses, unos años o para siempre... Ahora sí lloraba amargamente y a escondidas, ya no quería consuelo porque nada podría consolarme y guardaba secretamente la esperanza de que fuera mentira, de que ella se arrepintiera de arrancarme de todo cuanto conocía, de lo que era mi mundo hasta ese momento.


Y entonces cuando menos esperaba, cuando aún no me sentía preparada para afrontarlo me puso una fecha... pero no una fecha cualquiera, me dio menos de una semana para despedirme de mi vida. Tragué saliva en un desesperado intento de deshacer el nudo de mi graganta para poder respirar y me senté para no perder el equilibrio. Con la mirada perdida lamentaba mi suerte, no era capaz de imaginarme en otro lugar, con otra gente, sin los míos.


Dicen que todo pasa por algo y ahora estoy completamente de acuerdo, pero la vida tiene metodos drásticos y crueles para que, cuando te estás quejando, te des cuenta de que las cosas siempre pueden ser peor... y así, ese mismo día todavía tenía que aprender esa lección, y otras tantas, como que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde; que hay personas a las que tienes cerca y no valoras hasta que tienes que despedirte; y probablemente una de las más valiosas fue el entender que hay despedidas y "despedidas".


Todavía no encajaba bien esa primera noticia cuando volvió a sonar el teléfono... Era extraña esa familiar voz hablando desde ese número: "Adrianita, Manuel ha muerto hoy."
Tenía yo entonces 14 años y había muerto mucha gente a mi alredor a lo largo de mi vida, pero no fue hasta ese día cuando entendí la magnitud de esa palabra, lo que significaba realmente. La muerte, la despedida definitiva.


Soy totalmente incapaz de describir aquel momento... Creo que nada de lo que yo pueda decir retrataría con exactitud la escena, el shock, la sensación de estar viviendo una pesadilla, el rostro de mi hermana al saberlo, el de mi madre.


La gente suele hablar bien de los muertos, automáticamente reconocen sus virtudes y olvidan sus defectos. Todos hablan de la última vez que lo vieron con vida, algunos tienen recuerdos mejores que otros y esta vez no era la excepción. Un día les hablaré de Manuel, era un buen hombre y aunque luego salen los trapos sucios, yo no soy quién para juzgar, únicamente puedo hablar de lo que sé y mis memorias respecto a él son agradables.


Mi madre decidió cambiar la fecha del viaje para darnos un respiro, y yo que por entonces ya era una mujercita de palabra, me propuse cumplir con cierta afirmación que hice durante una conversación con el fallecido.


Según el momento, me parecía ridícula cualquier despedida. Pensaba que sólo iba a mudarme de país, podría seguir hablando con ellos, iban a estar bien y yo también, solo un poco lejos... Pero después pensaba en la muerte y en que podría arrebatármelos antes de volver a verlos, que esa podría ser la última vez, y montaba el drama de nuevo. Ya sabía distinguir entre despedidas y "despedidas". 


Lo que más me dolía sin duda era mi padre. Sentía que lo estaba abandonando a su suerte, yo, que siempre estaba pendiente de él me iba... ¿quién lo haría entonces? él me necesitaba. Tenía tanto miedo y no era infundado, yo intuía lo que pasaría, mi madre también... y ella no quería que yo estuviera ahí para verlo.


Rehusé despedirme de mis amigos salvo alguno que me acompañó hasta el final, y me despedí de mi familia porque así es como se hacen las cosas. Evité el llanto público o eso es lo que quiero recordar porque esta memoria selectiva mía me hace creer lo que le da la gana.


Partí y desde entonces las despedidas se han vuelto algo más habitual, o quizás ahora soy más consciente de todas ellas, porque hasta me parece despedida ver a alguien en la calle a quien probablemente no vuelva a ver nunca más. Ya no lloro, prefiero ser la que sonríe diciendo: "No exageres, hoy en día las distancias no existen, además dentro de nada nos volveremos a ver.", prefiero disfrutar de la compañía mientras la tengo y combatir la ausencia como me sea posible, quizás conociendo más gente de la que en algún momento tendré que despedirme.


Durante mis años de universitaria han pasado tantas personas por mi vida, cada una dejéndome algo importante y valioso... no solo un recuerdo, sino una experiencia; momentos de infinita felicidad o desdicha, ideas, amor, perdón, comprensión, apatía, intenciones, egoísmo; cosas tanto buenas como malas que me han servido para convertirme en la persona que soy, para aprender a aceptar, para entender que siempre tienes que despedirte cuando ya has obtenido lo que alguién vino a darte y agotaste todo lo que tenías para darle.


Hacía tiempo no le temía a las despedidas, pero se acerca una nueva etapa cargada de ellas. No odio los cambios, pero suele costarme mucho adaptarme a ellos cuando son grandes y ahora cambiaré una rutina por otra que desconozco y a mi me gusta pisar suelo firme. Pero esto es la vida... constante movimiento.


Este año está siendo muy especial, estoy conociendo gente de diferentes partes del mundo con mucha más frecuencia de lo normal, tengo necesidad de empaparme de toda la riqueza cultural y social que ellos pueden ofrecerme y de brindarle mi atención y compañía siempre que me es posible.


Todo empezó con Christoph, sabía que sería una convivencia diferente: papeles ecritos en tres idomas por el salón, cenas y comidas entendiéndonos en inglés y español "indio"... de él tendré que despedirme dentro de un mes. Luego Hanna con quien aprendí más de una forma de comunicarme y la primera de quien me tuve que despedir. Michal, mi "hijo", la responsabilidad y la diversión de la mano.
 Kathi, Lorenzo, Dani, Sim, Johannes, Adéla, katka, kristýna, Ian, Kamila, Carina, Anna, Alex, Amélie, Carolina, Stefano y tant@s otr@s más fugaces que algunas estrellas... 


Se me acumulan las despedidas.


PD. Este es uno de esos temas densos y complicados sobre los que no me gusta escribir por sus múltiples matices y extensión, porque no hago más que divagar sin dejar las cosas en claro. Estoy segura de que habrá segunda parte y tercera y quizás algunas más...



sábado, 5 de mayo de 2012

Crisis de los 24...


Generalmente primero escribo y luego pienso en el título, porque cuando me apetece escribir simplemente empiezo y poco a poco va tomando forma y tema de modo que al final lo analizo y decido cómo se llamará el texto. Hoy lo primero que he hecho es ponerle título...

Quizás porque llevo un tiempo preguntándome a qué se deben esos cambios de humor, esa tranquilidad o ese estrés que me domina por momentos, o esa hipersensibilidad que antes sabía controlar tan bien y que ahora me desborda más de lo que quisiera.

Hay tantas cosas que aún me superan, cosas que entiendo pero no comparto, cosas que olvido porque quiero, cosas que me siguen doliendo y sorprendiendo como si fuera la primera vez, y no, no es la primera vez ni será la última. Las personas somos egoístas por naturaleza y yo tengo la mala costumbre de combatir con mi egoísmo todo el tiempo y olvidar el daño "porque la gente no sabe lo que hace" pero la realidad es que lo sabe y no lo quiere ver, porque sólo les gusta ver su ombligo.

Me afligía una gran amiga hace unos días totalmente indignada por reconocer falsas amistades, cuando en realidad eso es algo que debría alegrarle... Ella es quizás la persona que más se parece a mí en este aspecto y no la culpo por sentir tristeza al descubrir ese egoísmo en los demás, yo también lo he sentido; pero lo cierto es que no sólo está en esas personas a las que les das la oportunidad de convertirse en tus amigos, sino que está incluso en tus amigos ya consolidados, en tu propia familia, en tu pareja, en ti mismo. Y el hecho de que alguien te muestre su egoísmo te impulsa a sacar el tuyo y se forma así el cuento de nunca acabar... "Porque tú, porque tú, porque tú... y yo soy un mártir".

Es muy dificil asumirlo, pero si te has puesto a pensar y te has identificado en ese rol de víctima cuando sabes que algo de culpa has tenido, pero acto seguido has empezado a justificarte... ¡vuelve a pensar!

Empecé a notar mi "crisis" porque me encontraba realmente apática e intolerante sobre todo con los "desplantes" (por llamarlo de alguna manera) de mis amig@s. Yo, que siempre entiendo, acepto y justifico sus motivos, de pronto empecé a preguntarme porqué... porqué no me enfado, y si me enfado porqué no lo digo si ellos lo hacen, porqué no antepongo lo que yo quiero cuando me solicitan algo, porqué. Y la respuesta siempre es la misma: porque los amigos son incondicionales, los amigos perdonan todo, los amigos te escuchan cuando te hace falta, siempre están ahí cuando los necesitas, al menos ese es mi concepto de amistad...

Y de pronto me encontré con que sí, soy considerada "LA AMIGA", pero yo tengo que ir reuniendo las cualidades de mi concepto de amistad con varias personas: una que me escuche, otra con la que pueda contar en cualquier momento, una que me aguante... en fin. De pronto el egoísmo empezaba a tocarme hasta que perdía la paciencia y explotaba.

Tuve dos accesos de ira. Con uno conseguí lo que quería y con el otro también... lo que quería en ese momento en el que me encontraba cegada por la rabia y, a largo plazo, por un lado tuve efectos positivos; ya que al comunicarme con mi amiga aunque fuera de una forma caprichosa y egoísta ella me dio la razón, sin embargo no pasó igual con la otra que o bien, tras complacerme (quizás por compromiso) ante mi arrebato, volvió a su linea o bien decidió alejarse ante mi fallido comportamiento.

Estas escenas me dejaron dos lecciones que he intentado aplicar cada vez que me hiere el egoísmo de alguien. Puedo conseguir lo que quiero al quejarme, y quejarme no significa exponer de forma caprichosa lo que quiero y echar en cara lo que doy o hago, sino dar mis motivos cuando creo que tengo razón. Mi interlocutor puede estar de acuerdo o no, lo demás depende del cariño, la consideración y/o las circunstancias.

El golpe de gracia me lo dió quien menos esperaba y como suele pasar, fue justo una de las personas que más quiero. Ni siquiera tengo palabras para explicar la sensación, pero el hecho de que no querer ver a alguien en días hasta que se te pase el dolor para no tener tentaciones de devolverle el golpe probablemente les dé una idea de lo mal que me sentía y de lo mucho que quiero a esa persona. Lo perdoné en el mismo instante de la ofensa pero tardé cuatro días en poder volver a verle a la cara sin que me cayera un lágrima de tristeza.

No me gusta ser egoísta, además mi enfado es muy volátil y al rato ya se me ha olvidado porqué estaba fúrica, no guardo rencores aunque a veces necesito distancia. Pero me hago mayor y me resulta cada vez más difícil evitar el egoísmo, porque las personas adoran que yo las conozca tan bien y que se sepa lo que están pensando en cada momento, lo que quieren, lo que les gusta, pero no se detienen a conocerme y a pensar en mi... Porque para ellos sólo soy esa chica dulce y buena que siempre está ahí. Y en mi bipolaridad adoro ser incondicional y me jode (no estoy orgullosa por lo segundo). 

Suelo decir en broma que mi "crisis" anual se debe a las arrugas, a las próximas canas, a los achaques de la edad y en realidad lo único que me preocupa de verdad es mi relación con las personas conforme pasan los años.
Este año además es el último en que comparto clases con mis compañeros de universidad y dejaré de hacerlo justo el mes de mi cumpleaños. No me gustan los cambios, aunque tampoco me resisto a ellos porque el cambio más importante que ocurrió en mi vida me trajo hasta aquí y me hizo la persona que soy, siempre se pueden sacar cosas positivas de un cambio.

Quizás también por eso me he planteado estos dilemas amistosos y aunque suene a queja todo lo que he dicho, sustantivamente esto no es más que un recuento de malos ratos que han afianzado mis relaciones interpersonales en este último año y que me serán de gran utilidad en un futuro.

En menos de dos meses cumpliré 24 años en los que he tenido la suerte de estar rodeada de personas maravillosas, muchas ya no están, otras están lejos y las demás están conmigo; a algunas las conozco desde que era niña y a otras hace unos meses o unos días, incluso horas; a algunas las conocí en la escuela, a otras en una parada de autobús, o por internet, en un concierto, o eran amig@s de mis amig@s, o simplemente estaban ahí en el momento justo.  

A su manera cada quien, y de cualquier forma contribuyen a mi felicidad, a mi crecimiento espiritual y personal ocupando un lugar muy importante en mi vida ya que no hay nada que enriquezca más a una persona que otra persona.


//Quiero mencionar aquí a algunas de mis amigas, las razones por las cuales son ellas las elegidas me dan para escribir otro post, así que solo pondré sus nombres y ya les contaré el porqué otro día :)

Carolina
Vanessa
Ana
Carla
Nana
Adrianita
Hind
María José
Isabel
Betty
Lucy
Caro

Chicas, están tan lejos como yo las siento de cerca, y las siento aquí conmigo. 
¡¡¡Díganmeeeeeee!!! ¿Quién está con ustedes si ni siquiera están ustedes? =)