Hace exactamente un año escribía la crónica de mi primer concierto de Ricardo Arjona en el año 2009.
Y aquí estoy, con el mismo teclado escribiéndole al tiempo, a un año de esperanza enderezada a punta de fe... Y de Espartanas Arjonianas. Y de madrugones con la radio. Y de Manuel Triviño curando heridas y dando ánimos. Y de cariño desinteresado. Y de apoyo en cada esquina de nuestro Bar Melancolía...
¿Quién me manda a ser adicta de los sueños? ¿Y porqué tanto odio a la palabra IMPOSIBLE?
Una promesa vuelve a hacer girar la noria de nuestras emociones, y finalmente lo que tanto queríamos vuelve a materializarse en forma de entradas. Todo tan caótico e incierto como de costumbre, nada que no podamos soportar.
Y Vuelo, imaginando una y otra vez el encuentro con Ellas. Lo imagino casi igual que en whatsapp o twitter: todas escribiendo a la vez y yo observando maravillada por tanta fuerza, tanta convicción y tanto amor puro, y casi no hablo para no alterar la magia.
No te preocupes, ocúpate. Y así me pasé los meses previos al concierto, con el tiempo justo para dormir lo justo... Coche de segunda mano, hipoteca, mudanza, examen de italiano, concurso de innovación, montaje de muebles, coche roto, organización de almuerzo de empresa y algunas cosas aún menos románticas. Incluso cargar con el arrepentimiento de que la responsabilidad le ganara la guerra a la espontaneidad aquel fin de semana que Sevilla abrazó a Ricardo Arjona.
Y al fin me veo amaneciendo en Madrid con mi hermana, un café y la voz de Trivi en los auriculares.
Es el gran día.
Pierdo de vista el reloj y casi no tengo batería en el móvil... Fan despistada en acción.
Agotada y todavía no hemos empezado. Ducha, vestido, tacones, maquillaje y perfume por si algún milagro nos hace coincidir.
Veo a lo lejos el punto de encuentro y acelero el paso para inmortalizar ese primer momento, ese "antes" del abrazo.
"¡Arriba Arriba!" escucho en mi mente al ver un rostro, a su lado una dulce sonrisa y no sé cómo, pero ya estoy allí envuelta en felicidad absoluta y voy de brazos en brazos llenando ese espacio que es solo de Ellas.
Y allí está la integridad en persona, también abrazándome y pendiente de todo y de todos. "Vais a saludarle" me dice. No sé qué cara se me ha quedado al escuchar esto, pero mi mente está en blanco, no consigo pensar hasta que vuelvo a establecer contacto visual con mi hermana. Yo renunciaría a favor de ella, pero no lo acepta.
Nervios en la fila para entrar, seguimos sin creer lo que tenemos delante, lo que ya prácticamente es un hecho, vamos a verle y escucharle cantar, estamos despiertas.
Fotos, vídeos, charlas. Se acerca el momento.
Todo pasa por algo... Lo más incomprensible ha puesto El Cielo a mi Favor.
Estoy con mi hermana y un grupo de guerreras incansables esperando en una escalera a pocos metros de esa voz que lleva acompañándonos a estar solas tanto tiempo.
Tengo una caja en las manos, dentro su nombre escrito en alambre azul, con un corazón de pequeñas cuentas rojas al pie, menos reluciente y perfecto que hace nueve años cuando mi ingenuidad soñaba con este momento.
Estoy en la misma estancia que Ricardo Arjona y no sé bien qué hacer. Observo todo a mi alrededor, sonrío para la foto y es como si no entendiera lo que está pasando, no lo he saludado al entrar o eso creo y me espero para ser la última en salir, para tener tiempo de darle lo que llevo en las manos y contarle lo que ya os he contado sobre este objeto.
No recuerdo cómo fue, ni si lo miré a los ojos. Solo recuerdo su voz diciendo "¡qué bonito!" y un abrazo fuerte seguido de dos besos que no sé si fue real o imaginario ni si fue en ese orden.
Sí recuerdo que salí de allí saltando como una niña, aún llevando tacones de adulta.
Vuelta a la pista y a disfrutar de sus temas presentes y pasados. "Ella", nuestro himno, mi hermana coreando "Cuando" y cada una de nuestras historias flotando en aquel lugar que fue testigo de una de las mejores noches de mi vida.